Llegar a la fiesta antes que se desatara la tormenta lo era todo. No lo logré. Como siempre sucede, te agarra a unas cuadras de llegar y sin paraguas. Era la fiesta de bienvenida de no sé qué cosa, en una casa que no conocía, de una chica que no sabía quién era. Esas cosas que suceden en la vida, pero ¿desde cuándo se necesitan trámites para bailar? Esas fiestas son las más divertidas, sin ningún tipo de dudas. Así que toco timbre y mientras me abren me refugio bajo de un balcón, la música y las voces se sienten desde la esquina. -¿Te trajo la lluvia?- me dijeron haciéndome pasar –No, yo la traje a ella.- Subíamos por una escalera interior, la luz estaba baja y los escalones no estaban del todo mojados. Hice lo que todos, cuando entramos a un nuevo sitio, miramos para todos lados intentando registrar el lugar, la decoración incluso la gente que ya llegó a la fiesta. La que te mira para ver quien se suma, te hacen una seña con los ojos, mueven su cabeza en señal de bienvenida. -Acá tenés un vaso, en la cocina está lo que tomas- Eso es organización pensé, al vaso de plástico blanco le pusieron mi nombre con un marcador negro. -Es para que no se te pierda- dijeron. ¿Sería para que después, si es que te encuentran en muy mal estado te reconozcan por el vaso? Pensé. En ese momento ni se me pasó por la cabeza que terminaría a las cinco de la mañana tirado durmiendo entre los abrigos encima de la cama de la chica dueña de casa, no podría imaginar el momento en el que ella se me acercara y me dijera –Ey, ya se fueron todos, ¿te querés quedar o te vas? Si querés podes dormir, pero esta es mi cama ¿Lo habría dicho en serio? ¿Qué hubiese pasado si me hubiese quedado? ¿Qué hubiese pasado si no hubiese terminado en se estado? Seguramente no hubiese terminado en su cama. Pero en el momento en que me dieron el vaso con mi nombre grabado no estaba toda esta información o tal vez sí, pero no pude verla, solo había un vaso blanco de plástico, con mi nombre escrito con fibra negra.
Camino por la fiesta. Música, gente, calor. Dos chicas que se besan cerca de la ventana. ¡Vengan a ver esto! Todos corren a hacia la ventana. Afuera un río andaba la calle. Me quedé sin cerveza, otra vez a la cocina.
Llego haciéndome el gracioso -¿Queda líquido refrescante? -Solo una caja de Faisán, dijo la chica más simpática de la fiesta y agregó… Si dudás, no te lo doy. El vino Faisán en caja no estaba en mis planes pero nunca fui una persona fina, cambiar de cerveza a vino no era una buena idea. – Eh… bueno, será líquido mareante dije.- Son 83 pesos- dijo ella haciéndose la graciosa y le salía bastante bien- Y preciso un cuchillo- Una tijera, le propuse mirando una sobre la heladera, y ella abriendo grande los ojos dijo- son 26,50. Todo lo dejamos en 104,20- Un simple gracias, sirvió para despedirnos del primer episodio de la noche.
Es increíble la cantidad de música no bailable que se puede tener en una computadora. Voy a la ventana a ver la calle y veo agua. La brisa es agradable refrescante, el vino no tanto. Y de repente aparece la misma chica de la cocina la “pseudo vendedora” -Que lindo que está acá, -me dice – cuanto sale ver por la ventana.- No cuesta nada.- contesto y agrego -Lo que si se cobra es pestañear, cincuenta pesos.